Bestiario de Luis Gueilburt


Fotografia de Facu Aguirre, Bronce y canto rodado, 0,44x0,30x0,18m 

ANIMALES ESFÉRICOS

La esfera es el más uniforme de los cuerpos sólidos, ya que todos los puntos de la superficie equidistan del centro. Por eso y por su facultad de girar alrededor del eje sin cambiar de lugar y sin exceder sus límites, Platón (Timeo, 33) aprobó la decisión del Demiurgo, que dio forma esférica al mundo. Juzgó que el mundo es un ser vivo y en las Leyes (898) afirmó que los planetas y las estrellas también lo son. Dotó, así, de vastos animales esféricos a la zoología fantástica y censuró a los torpes astrónomos que no querían entender que el movimiento circular de los cuerpos celestes era espontáneo y voluntario.
(Más de quinientos años después, en Alejandría, Orígenes enseñó que los
bienaventurados resucita-rían en forma de esferas y entrarían rodando en la eternidad.)

En la época del Renacimiento, el concepto del cielo como animal reapareció en Vanini; el neoplatónico Marsilio Ficino habló de los pelos, dientes y huesos de la tierra, y Giordano Bruno sintió que los planetas eran grandes animales tranquilos, de sangre caliente y de hábitos regulares, dotados de razón. A principios del siglo xvii, Kepler discutió con el ocultista inglés Robert Fludd la prioridad de la con-cepción de la tierra como monstruo viviente, "cuya respiración de ballena, correspondiente al sueño y a la vigilia, produce el flujo y el reflujo del mar". La anatomía, la alimentación, el color, la memoria y la fuerza imaginativa y plástica del monstruo fueron estudiados por Kepler.

En el siglo xix, el psicólogo alemán Gustav Theodor Fechner (hombre alabado por William James, en la obra A pluralistic universe) repensó con una suerte de ingenioso candor las ideas anteriores. Quienes no desdeñan la conjetura de que la tierra, nuestra madre, es un organismo, un organismo superior a La planta, al animal y al hombre,pueden examinar las piadosas páginas de su Zend-Avesta. Ahí leerán, por ejemplo, que la figura esférica de la tierra es la del ojo humano, que es la parte más noble de nuestro cuerpo. También,"que si realmente el cielo es la casa de los ángeles, éstos sin duda son las estrellas, porque no hay otros habitantes del cielo"


Manual de zoología fantástica
Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero
Segunda edición, Buenos Aires 1966

Comentarios